La influencia de la dieta mediterránea en la longevidad de la población española
Exploramos la relación entre la dieta mediterránea y la longevidad española, y los factores clave que contribuyen a este fenómeno.
La dieta mediterránea, conocida por sus ricos y variados sabores, ingredientes frescos, su carácter equilibrado y su énfasis en las grasas más saludables para el corazón, se ha asociado con numerosos beneficios para la salud, incluida una mayor longevidad. Los españoles, que han seguido esta forma tradicional de comer durante generaciones, a menudo somos citados como un excelente ejemplo de la influencia positiva de la dieta mediterránea en la longevidad. En este artículo exploraremos la relación entre la dieta mediterránea y la longevidad española, y profundizaremos en los factores clave que contribuyen a este fenómeno.
La dieta mediterránea se basa en las tradiciones culinarias históricas de los países que bordean el mar Mediterráneo, como España, Italia, Grecia y Francia. Se caracteriza por un alto consumo de frutas, verduras, cereales integrales, legumbres, frutos secos y semillas, con un consumo moderado de pescado, lácteos y huevos, y un consumo limitado de carnes rojas y dulces. El aceite de oliva, una grasa monoinsaturada, es la piedra angular de la dieta mediterránea, junto con muchas hierbas y especias para potenciar el sabor de nuestros platos. Esta dieta es conocida por sus propiedades antiinflamatorias y está repleta de nutrientes esenciales, como vitaminas, minerales, antioxidantes y grasas saludables.
Numerosos y prestigiosos estudios científicos han demostrado que la adherencia a la dieta mediterránea se asocia con un riesgo mucho más reducido de enfermedades crónicas, como enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, ciertos tipos de cáncer y enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer. Se cree que estos beneficios para la salud son un factor importante en la alta esperanza de vida de nuestra población. De hecho, España es conocida por tener una de las esperanzas de vida más altas del mundo, con una esperanza de vida media de más de 83 años, a pesar de los estragos de la reciente pandemia sanitaria provocada por la Covid-19.
Las claves de la dieta mediterránea
Uno de los componentes clave de la dieta mediterránea que más contribuye a la longevidad de los españoles es su elevado consumo de alimentos de origen vegetal. La dieta es abundante en frutas y verduras, que están cargadas de vitaminas, minerales y antioxidantes que se ha demostrado que protegen contra enfermedades crónicas y promueven la salud en general. La dieta mediterránea también incluye una variedad de legumbres, como garbanzos, lentejas y frijoles, que son excelentes fuentes de proteína, fibra y otros nutrientes esenciales. Se cree que estos alimentos de origen vegetal juegan un papel vital en la longevidad de los españoles al ayudar a reducir el riesgo de enfermedades asociadas con el envejecimiento.
Otro aspecto importante de la dieta mediterránea que puede contribuir a la longevidad de los españoles es su preferencia por las grasas saludables. El aceite de oliva, un componente clave de la dieta mediterránea, es una grasa monoinsaturada que ha demostrado tener numerosos beneficios para la salud. Es rico en antioxidantes y propiedades antiinflamatorias, y se ha asociado con un riesgo reducido de enfermedad cardíaca y una función cognitiva mejorada. Los españoles a menudo usan el aceite de oliva como su principal aceite de cocina, así como para rociar ensaladas y verduras, y mojar pan fresco o tostado. Se sabe que esta grasa saludable desempeña un papel importante en la salud cardiovascular y el bienestar general de los españoles.
Además de su consumo de alimentos de origen vegetal y grasas saludables, los españoles también disfrutan de una ingesta moderada de pescados y mariscos, ricos en ácidos grasos omega-3. Los ácidos grasos omega-3 son grasas esenciales que han demostrado tener numerosos beneficios para la salud, incluida la reducción de la inflamación, la mejora de la salud del corazón y el apoyo a la función cerebral. La dieta mediterránea enfatiza el consumo de pescados grasos, como el salmón, las sardinas y la caballa, que son excelentes fuentes de ácidos grasos omega-3. Esta ingesta regular de pescados y mariscos puede ser otro factor que contribuye a la longevidad de los españoles.
También es importante tener en cuenta que la dieta mediterránea no se trata solo de la comida, sino también del estilo de vida. Los españoles a menudo realizan actividad física regular, socializan con familiares y amigos y priorizan la hora de la comida como un evento social. Se cree que estos factores del estilo de vida, combinados con la dieta mediterránea, tienen un impacto positivo en la salud y el bienestar general, contribuyendo a la longevidad de los españoles.
Lo que cabe preguntarnos ahora es: actualmente los españoles ¿siguen o mantienen una dieta mediterránea? Como hemos mencionado, España es uno de los países más longevos del mundo, esto quiere decir que nuestros mayores, viven más y mejor, pero estamos hablando de generaciones de ciudadanos que actualmente rebasan los 80 años de edad, por lo que siguen aún en la medida de lo posible, apegados a esas costumbres alimentarias y de estilo de vida de una determinada generación. Comidas elaboradas de manera casera y con productos naturales, poco o nada procesados, y actividad física continua pero moderada, como desplazarse a pie, realizar labores domésticas poco robotizadas o digitalizadas, relacionarse de manera física y no digital con los demás, etc.
Sin embargo, en el caso de personas de generaciones más jóvenes, puede que estos hábitos estén quedando en parte y en cierta medida arrinconados. No es necesario fijarse en jóvenes de 20 años. Las generaciones de menos de 50 años, que ya nacieron moviéndose en transporte público, coche, o moto, con trabajos principalmente de oficina o mecanizados, que empezaron a consumir procesados de manera recurrente, y que desaprendieron la elaboración de comidas tradicionales elaboradas en casa, y con unos hábitos más sedentarios, causados por la digitalización, y los modernos entornos urbanos, puede que supongan un retroceso de esta longevidad, de cara a un futuro. O puede que esto se compense con nuevos avances médicos.
Pero volvamos a la pregunta inicial, ¿están los ciudadanos del mediterráneo, abandonando la dieta mediterránea? ¿En concreto, los españoles? Vemos que sabemos:
Los últimos resultados de la Encuesta de Hábitos de Compra y Consumo de la MPAC, nos dice cosas curiosas al respecto, como que en general, a los españoles nos gusta ir a la compra caminando (un 53% lo prefiere), lo cual es un hábito que podríamos considerar saludable pero, por el contrario, queremos que la tienda esté cerca…
Cambios en los hábitos de compra y consumo en España
Un factor que está empezando negativamente a influir derivado de la crisis que ha supuesto entre otros factores, la guerra por la invasión rusa de Ucrania, es que el consumidor español empieza a discriminar los productos que compra en base a su precio, de una manera mucho más decidida que antes, que era un factor algo menos importante. Posiblemente esta tendencia se agudice en este 2023, y ello puede suponer una merma en la calidad global de la alimentación, ya que muchos consumidores empiezan a atravesar momentos económicamente delicados y puede suponer cambios notables en hábitos saludables o incluso de seguridad alimentaria. De hecho, de entre los consumidores que han modificado sus hábitos por este motivo en el año 2022, un 21% ha cambiado el tipo de producto por otro más barato.
Afortunadamente, a pesar de todo ello, el consumidor español tiene en su memoria colectiva un mantra: el producto fresco es mejor que cualquier otro. Así, año a año, en este estudio de la MPAC es algo que significativamente se repite, el producto fresco es el rey en el ideario del consumidor. Cuestión distinta es que todos se lo puedan permitir, sea por cuestiones económicas o por tiempo necesario para prepararlo o cocinarlo. Pero la teoría, la conocen mayoritariamente desde los más jóvenes hasta los más mayores.
En cuanto a hábitos, el consumo de agua, comer variado y la ingesta diaria de frutas y verduras, es lo ideal según los españoles, por lo que, en general, podríamos decir que la dieta mediterránea está en nosotros sin saberlo. Del aceite de oliva no se habla, porque lo damos por sentado y de manera tan obvia que para nosotros no nos planteamos revisar su esencialidad en la dieta. Tanto que ni siquiera preguntamos por él. Sin aceite de oliva, no se entiende la cocina en los hogares de nuestro país. En España, sería como preguntar por una sartén o por una olla cuando se pregunta por alimentos.
Por último, la preferencia por la calidad en España a la hora de comprar alimentos es indiscutible. Pese a la situación de crisis económica por las tensiones inflacionistas, el consumidor sigue poniendo la calidad de su alimentación como un factor prioritario y las preferencias personales juegan un papel fundamental también. (42% calidad, 24% precio, y 22% preferencias personales según los datos de nuestra encuesta en el año 2022).
Por tanto, cabe señalar que, pese a que los tiempos cambian, las situaciones socioeconómicas se endurecen, y las nuevas generaciones se ven tentadas por unos hábitos poco recomendables a largo plazo, la esencia de la dieta mediterránea se resiste a desaparecer.
Es cierto que los hábitos son mejorables, que los nuevos medios de comunicación tienen en algunos casos un cierto componente de desinformación, que la economía aprieta, etc. Pero vemos que, en el fondo, en el imaginario colectivo de las personas consumidoras españolas, la mayoría sabe que ha de hacer y cómo ha de hacerlo para seguir una dieta mediterránea. Cuestión distinta es que los factores externos se lo impidan o dificulten. En todas las generaciones, los más jóvenes han introducido cambios, hábitos, y han protagonizado periodos de conductas poco saludables, pero posiblemente es una cuestión temporal que va con la edad y que se agota en apenas una década, para volver a valores típicos de la dieta y hábitos mediterráneos que tanto nos caracterizan.
Por tanto, y para que la esencia mediterránea no se diluya y con ella sus beneficios, hay varias cosas que debemos hacer entre todos:
- Los jóvenes. Quizá ahora no quieran escuchar lo que les vamos a decir, o no quieran cambiar un filete de pollo a la brasa con verduras salteadas por su hamburguesa de referencia, pero en el fondo, sabrán que lo correcto es lo primero, y cuanto mejor formados e informados estén, antes cambiarán.
- No demonizar nada. No es malo comer de todo, es solo una cuestión de frecuencias y cantidades, y esto lo debemos aprender todos.
- La alimentación no es un gasto, es una inversión en salud y en longevidad, en economía local, regional y nacional, y en ahorro para la Sanidad Pública. Debemos plantearnos por qué nos gastamos cientos de euros en un móvil cuyas funciones y capacidades exceden lo que necesitamos, y que tiene una vida útil de dos o tres años, pero nos escandalizamos en comprar determinados alimentos que sabemos que son saludables, pero nos incrementan la cesta de la compra.
- De igual modo, hemos de convencer a las autoridades públicas de lo anterior, para que en épocas difíciles haya facilidades y ayudas de calado a la compra de alimentos y no se vea como un mero gasto, sino como una inversión en ahorro para la Sanidad, y en el fomento del empleo y la economía.
- Fomentar la dieta mediterránea como exponente gastronómico de orden mundial, por su riqueza, sabor y beneficios para la salud y formar e informar a los consumidores en nutrición, para que sean conscientes de la suerte que tenemos de vivir en un país como el nuestro a nivel alimentario.
- Seguir potenciando la labor de formación e información realizada por las Asociaciones de Consumidores debe seguir siendo una prioridad para los responsables políticos de ámbitos locales, autonómicos y nacionales.
La sociedad actual debe entender que, si queremos cambiar hacia hábitos de alimentación más saludables, es necesario que desde la infancia formemos en temas de nutrición, conozcamos para qué sirve cada nutriente y en qué cantidades debemos consumirlos diariamente. Y todo ello bajo un concepto de dieta equilibrada donde se debe conjugar no solo el tipo de alimento sino también la cantidad, la frecuencia de consumo y, además, adaptarla a nuestra edad y actividad física.