Diez años concienciando sobre el desperdicio de alimentos

08/10/2024

El 29 de septiembre de cada año se celebra el Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos. La Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) eligió esta fecha en 2019 para poner el foco global en la importancia de este asunto con el claro objetivo de sensibilizar a gobiernos, empresas y ciudadanos sobre el impacto económico, social y ambiental que provoca, además de promover soluciones para enfrentarlo. Asimismo, cada año se hace hincapié en algún aspecto concreto como, por ejemplo, “la necesidad crítica de financiación para impulsar los esfuerzos encaminados a reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos, contribuir al logro de los objetivos climáticos y avanzar en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”.

Según la ONU, este problema afecta a todo el planeta y, por ende, a todos los eslabones de la cadena agroalimentaria: “A productores, consumidores y naciones, a los medios de vida y a la estabilidad económica. Además, los desechos de alimentos en los vertederos representan entre un 8 % y un 10 % del total de emisiones de los sistemas agroalimentarios, repercutiendo en el cambio climático y en la sostenibilidad ambiental”. Las cifras son alarmantes: anualmente, alrededor de un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano en todo el mundo se pierde o se desperdicia. Esto equivale a unos 1.300 millones de toneladas de alimentos.

Por tanto, no debe perderse de vista que este problema afecta a la disponibilidad de alimentos, pero también agrava la crisis climática. Según la FAO, los alimentos que se pierden o se desperdician representan el 8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, lo que significa que gran parte de los recursos utilizados para producir estos alimentos, como el agua, la tierra y la energía, se desperdician junto con ellos.

Las causas

En este punto es importante diferenciar entre ‘pérdida’ y ‘desperdicio’: la primera sucede en las primeras fases (producción, almacenamiento y distribución), mientras que el segundo se refiere a los alimentos desechados por minoristas o consumidores, a menudo debido a malas prácticas de manejo o exceso de compra. La diferencia también depende de la región porque en los países en desarrollo la mayor parte de la pérdida se produce durante la producción y el almacenamiento debido a infraestructuras inadecuadas, tecnologías y prácticas agrícolas menos eficientes. Mientras, en los países desarrollados, el desperdicio tiene lugar mayoritariamente a nivel de consumidores y minoristas, debido a prácticas de compra ineficientes, exceso de oferta y la confusión sobre las fechas de caducidad.

Por tanto, las causas van desde una producción agrícola ineficiente y un almacenamiento y un transporte inadecuados en los países en vías de desarrollo, hasta unas prácticas de consumo ineficientes y unos excesivos estándares estéticos y de calidad en los países desarrollados.

 

El impacto

Las repercusiones de este fenómeno no solo afectan a la disponibilidad de alimentos, sino que desencadena un dominó de grietas en el sistema:

  • Seguridad alimentaria: se estima que 821 millones de personas en todo el mundo sufren hambre crónica. Recuperando solo una fracción de los alimentos desperdiciados, se podría alimentar a millones de personas.
  • Medio ambiental: los alimentos desechados contribuyen a la emisión de gases de efecto invernadero, ya que, al descomponerse en vertederos, emiten metano. Además, para la producción de estos alimentos se han utilizado recursos naturales en vano.
  • Economía: alrededor de 940 mil millones de dólares al año es la estimación de lo que este fenómeno le cuesta a la economía global.

 

¿Qué podemos hacer?

Sin duda es un problema al que merece la pena poner coto y en eso están diversas instituciones y gobiernos de todo el planeta. Mejorar la eficiencia de la cadena de suministro alimentario es crucial y para ello deben producirse alianzas y colaboraciones globales, algo para lo que tanto la ONU como la FAO llevan años trabajando a través de campañas y eventos globales como la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. En ella se incluye el objetivo 12.3: reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita a nivel mundial para 2030.

Los consumidores y el consumo en los hogares son otra parte fundamental de la cadena puesto que de sus acciones y de las campañas gubernamentales que llevan a cabo muchos países para educarles depende un buen porcentaje de desperdicio. Por eso es necesario fomentar la compra responsable, el almacenamiento adecuado de los alimentos y la reutilización de sobras.

Esos mismos países deben ser proactivos a la hora de implementar políticas que reduzcan el desperdicio alimentario, ya sea en forma de incentivos por la donación de alimentos a bancos de alimentos y organizaciones benéficas, o a través de leyes que prohíban a la industria desechar alimentos comestibles. Una vez más también se precisan innovaciones tecnológicas, desde la adopción de nuevas técnicas de almacenamiento y transporte, hasta aplicaciones móviles que conectan a los consumidores con alimentos excedentes de restaurantes y supermercados para evitar que se desperdicien.

Nos encontramos, de nuevo, ante un problema global que debe ser afrontado desde perspectivas multidisciplinares y la conmemoración de un Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos es una acción más para tratar de revertir la situación. Los estudios e informes elaborados al respecto confirman que es posible que, con la colaboración de gobiernos, empresas y ciudadanos, se reduzca significativamente la pérdida y el desperdicio de alimentos, creando un sistema alimentario más eficiente y sostenible.