Consumir con valores, el superpoder de los consumidores que no ha parado de crecer en la última década
Elegir. Este es el verdadero poder que tenemos las personas como consumidoras y usuarias de productos y servicios. Podemos decidir si un producto, si una empresa e incluso si un Gobierno debe seguir en el mercado o en el país, y eso se llama poder de elección. Y cuando ese poder se empieza a utilizar de manera responsable, racional, se hace un consumo con valores. Significa que estamos llegando al destino perfecto en nuestros hábitos de compra y de consumo.
Pero no es el caso todavía. Estamos caminando hacia ese nivel de perfección pero de manera sosegada, quizás demasiado lenta, pero crece el consumo con valores, donde empezamos a mostrar esas decisiones de compra basada en valores, que o bien prioriza en base a las necesidades del consumidor, o sus creencias, o bien porque el mercado abre nuevas puertas que el consumidor quiere analizar.
Y por ello simplemente en la elección del lugar de compra ya se empieza a comprobar cómo en algunos casos se decide el mismo en base al comportamiento de las empresas, de los establecimientos, y no sólo con el consumidor en el punto de venta o con los alimentos que distribuye y como los distribuye, sino también por el comportamiento de esa empresa o establecimiento con sus trabajadores, con el entorno, con los proveedores, por cómo trata los alimentos, o simplemente por lo que hace más allá de lo relacionado con su actividad principal.
Pero no sólo con el punto de venta. También vemos esa predisposición en la elección de los productos. Cada día nos importa más como se ha hecho el producto, en qué condiciones, si se han respetado derechos humanos, si se han desforestado bosques, si se ha actuado de manera prepotente con el país de origen, si se ha emitido más o menos gas de efecto invernadero en su proceso de producción, o si para traerlo a nuestro punto de venta se han recorrido dos o diez mil kilómetros.
Hace algunos años, una de las organizaciones fundadoras de esta Mesa de Participación, CECU, editó una guía que resume de manera bastante extensa algo de lo que hablamos en este artículo.
En la Encuesta que realizamos todos los años desde la MPAC podemos ver como evaluamos estos factores relacionados con la responsabilidad social de las empresas, con la transparencia en sus decisiones de producción, con la imagen que nos hacen llegar en relación con sus stakeholders. Valoramos muchas variables que al final nos hacen tomar decisiones como consumidores hacia un producto u otro, hacia un establecimiento u otro, y cuando entre un 40 a un 60% de las personas encuestadas a lo largo de los años responden que esa respuesta en forma de RSE o RSC de las empresas, la valoran a la hora de tomar decisiones de compra y consumo en alimentación y gran consumo están enviando un mensaje claro al sector.
Esto significa que en los últimos diez años las tendencias de los consumidores apuntan a que el comportamiento de las empresas, de los eslabones que ponen a nuestra disposición productos y servicios ¿es un valor cada día más esencial en nuestra capacidad de elección final? Pues en términos globales podemos indicar que sí, que cada día es mayor esa tendencia de consumir con valores, pero no debemos olvidar que esas tendencias sufren leves o menos leves cambios en base a factores adicionales que además durante estos últimos años hemos sufrido de manera trascedente, como ha sido una dura situación pandémica, un periodo de alto nivel de inflación, un incremento nada despreciable de los costes energéticos y de materias primas con la consecuencia de elevados precios en las cesta de la compra, y sin duda todo ello no ayuda en ese cambio hacia un consumo con valores, pero la tendencia final, la que subyace detrás de esos elementos temporales (unos con más incidencia que otros) es que los consumidores en la actualidad son más sensibles a esos valores que acompañan al producto, a la empresa y al sector primario en todo el proceso de producción, transformación, distribución y venta.
Desde la MPAC tenemos muy claro que ese el camino por donde deben converger los factores que ayudan a los consumidores en sus decisiones de compra y consumo, y por ello seguiremos trabajando en crear herramientas que promuevan las transparencia en la información, exigiendo políticas que fomenten la formación entre los consumidores, y por supuesto ética y responsabilidad a todos los eslabones de la cadena, porque el consumo con valores nos exige eso a todos y cada uno de nosotros.