El reto mundial contra el derroche alimentario y el fin del hambre que marca la Agenda 2030

29/10/2024

El 16 de octubre se celebra, desde hace 45 años, el Día Mundial de la Alimentación, una fecha proclamada por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) en 1979. Desde entonces, esta efeméride se ha convertido en una plataforma global para promover acciones que garanticen la seguridad alimentaria y la nutrición de la población. Bajo el lema de esta edición El derecho a los alimentos para una vida y un futuro mejores, la ONU quiere poner encima de la mesa una realidad a la que, en la mayoría de las ocasiones, damos la espalda: alrededor de 2.800 millones de personas en el mundo no pueden permitirse una dieta saludable a pesar de que los agricultores del mundo producen alimentos suficientes para alimentar a más personas de la población mundial existente.

Según indica este organismo, hasta 733 millones de personas se enfrentan al hambre debido a los conflictos, las crisis climáticas y las recesiones económicas, lo que repercute de manera más grave en los pobres y vulnerables. La distribución desigual de recursos, conflictos armados, desastres naturales y problemas económicos contribuye a esta crisis. Derechos humanos tales como el derecho a la alimentación, la vida y la libertad, el trabajo y la educación están reconocidos por la Declaración Universal de Derechos Humanos y los convenios internacionales jurídicamente vinculantes. Pero parece que han dejado de ser una prioridad a tenor de los datos. 

Es cosa de todos

En muchas regiones, los alimentos se desperdician a gran escala, mientras que, en otras, la escasez es crítica. Se estima que aproximadamente un tercio de los alimentos producidos en el mundo para el consumo humano se pierden o desperdician. Esto equivale a alrededor de 1,3 millones de toneladas de alimentos cada año, lo que no solo es un desperdicio de recursos, sino que también contribuye al hambre y a la inseguridad ciudadana. El desperdicio alimentario ocurre en todas las etapas de la cadena de suministro, desde la producción y el procesamiento hasta la distribución y el consumo. Las causas son diversas e incluyen:

Producción excesiva: Los agricultores a menudo producen más alimentos de los que el mercado puede absorber.

Falta de infraestructura: En muchas regiones, la falta de instalaciones adecuadas para el almacenamiento y transporte de alimentos provoca pérdidas significativas.

Normas estéticas: Los consumidores a menudo rechazan productos que no cumplen con ciertos estándares visuales, lo que lleva a que se desechen alimentos perfectamente comestibles.

Comportamiento del consumidor: somos de usar y tirar y no de optimizar los productos. Sí es verdad que ahora existen organizaciones y bancos de alimentos que distribuyen esos alimentos a la población más vulnerable. Incluso hay plataformas que ofrecen los excedentes de tiendas de alimentación y restaurantes a bajo precio, precisamente, para evitar ese desperdicio. Pero esto solo es la punta del iceberg de un problema que nos afecta a todos.

La reducción del desperdicio humano requiere un enfoque integral que atienda las múltiples causas subyacentes. Es fundamental promover la educación inclusiva, mejorar las oportunidades laborales, transformar normas culturales que limitan el desarrollo, y fomentar el bienestar. Solo a través de un esfuerzo conjunto es posible liberar el potencial de las personas y permitir que contribuyan plenamente a sus comunidades y sociedades.

La crisis alimentaria también se ve exacerbada por factores como el cambio climático, que impacta en la producción agrícola, o la pandemia de Covid-19, que interrumpió las cadenas de suministro y aumentó la inseguridad alimentaria en muchas regiones. A esto hay que unir el despilfarro de los recursos, que supone un problema, como ya hemos mencionado anteriormente, debido a una pésima gestión de los mismos tanto por la cantidad como por el aprovechamiento de los mismos. La FAO y otras entidades están trabajando para abordar estos problemas mediante políticas que promuevan la resiliencia de los sistemas. 

 

Metas de la Agenda 2030

Es el caso de la Agenda 2030 que, en uno de sus objetivos, concretamente el segundo, se habla de “poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible”. Es decir, se propone reducir el hambre y asegurar el acceso de todas las personas a una alimentación sana, nutritiva y suficiente, duplicar la productividad agrícola y los ingresos de los productores de alimentos a pequeña escala y asegurar la sostenibilidad de los sistemas de producción de alimentos. Para ello es importante invertir en infraestructura rural y agricultura, estabilizar los mercados agropecuarios mundiales, invertir en investigación y adoptar medidas para asegurar el funcionamiento de los mercados de productos básicos alimentarios y sus derivados, a fin de ayudar a limitar la extrema volatilidad de los precios de los alimentos.

El Día Mundial de la Alimentación nos recuerda lo urgente que es abordar este tema. La colaboración entre gobiernos, organizaciones y la sociedad civil es esencial para garantizar que todas las personas tengan acceso a alimentos suficientes, seguros y nutritivos. Fomentar una mayor conciencia y acción puede llevar a un futuro en el que el hambre sea erradicada y la salud y el bienestar de la población mundial sean prioridad.