El etiquetado: un aliado incomprendido

05/10/2022

El etiquetado alimentario lleva años generando un intenso debate a todos los niveles de nuestra sociedad. Se trata de una herramienta imprescindible para organismos, instituciones e industria, y de un importante aliado para las personas consumidoras y usuarias en cuanto a seguridad alimentaria y nutrición. Sin embargo, debido a la necesidad de conjugar múltiples aspectos, puede abusar de tecnicismos o de conceptos ininteligibles para buena parte de la población.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el etiquetado de los alimentos «aporta información sobre la identidad y contenido del producto, y sobre cómo manipularlo, prepararlo y consumirlo de manera inocua». También apunta a que hoy en día «existe una mayor necesidad de crear etiquetas alimentarias que puedan ser confiables y que no resulten engañosas». El etiquetado se presenta aquí como «uno de los medios más importantes y directos para transmitir información al consumidor sobre los ingredientes, la calidad o el valor nutricional».

Existen, por tanto, unas normas internacionales para el etiquetado de los alimentos, implementadas a nivel estatal, para promover entre los consumidores unas prácticas alimentarias saludables. En este sentido, la información nutricional que el etiquetado aporta al consumidor ha cobrado especial relevancia por el aumento de la prevalencia de enfermedades relacionadas con la dieta, como la diabetes, la osteoporosis, la obesidad, la hipertensión arterial o la hipercolesterolemia o las intolerancias alimentarias, entre otras.

No obstante, como ha podido comprobar la Mesa de Participación de Asociaciones de Consumidores (MPAC) a través de sus encuestas anuales y puntuales, el etiquetado de los alimentos provoca una dicotomía de amor y odio entre los consumidores españoles. Si bien la mayoría lo considera una de su principal fuente de información y consulta las etiquetas, aunque sea de forma ocasional, las características de las mismas generan críticas. Según estos estudios, los consumidores demandan etiquetas más fáciles de entender, más accesibles y con menos tecnicismos. También la FAO se pronuncia en este sentido y recomienda que las etiquetas incorporen las cualidades, la utilización adecuada, los beneficios y posibles riesgos y la forma en que se produce y se comercializa un producto. Hoy por hoy, ya existen ensayos de mejora y optimización del etiquetado alimentario.

En términos de salud pública es crucial que el consumidor saque el máximo partido de la información nutricional y de las declaraciones de propiedades saludables contenidas en la etiqueta del producto, por lo que, desde la MPAC, llevamos tiempo abogando por campañas de sensibilización y programas educativos para ayudar a los consumidores a comprenderlas y utilizarlas.

Por ejemplo, es reseñable que los datos de la última encuesta realizada en 2021 arrojan un preocupante porcentaje de consumidores, el 22%, que desconoce la diferencia entre los conceptos de ‘fecha de caducidad’ y ‘fecha de consumo preferente’. Y lo que es peor, un 59% confiesa consumir productos alimentarios superada su fecha de caducidad, es decir, cuando el alimento deja de ser seguro para el consumo desde el punto de vista sanitario.

Alergias e intolerancias

Sin lugar a dudas una de las principales funciones del etiquetado es la de prevenir intoxicaciones o problemas de salud derivados de las, cada vez más comunes, alergias e intolerancias alimentarias. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) determina que los alérgenos alimenticios más habituales son la leche de vaca, los huevos, la soja, el trigo, los crustáceos, las frutas, los cacahuetes y los frutos secos, como las nueces: «para ellos se han establecido normas de etiquetado que obligan a indicar su presencia cuando se incorporan a los alimentos como ingredientes».

He aquí, de nuevo, la importancia de comprender el etiquetado y poder utilizar la información que contiene en nuestro beneficio. En la Encuesta MPAC 2021, un 26% de los consumidores afirmaba elegir productos libres de alérgenos, pero, de ellos, solo un 15% los necesita realmente por cuestiones de salud. El restante 11% aduce para su compra que son “más sanos”. En definitiva, el etiquetado es un gran aliado para el consumidor, pero no siempre resulta fácil poner en valor y sacar provecho a toda la información que aporta.

Sin embargo, así como la sociedad evoluciona de la mano de las nuevas tecnologías, también lo hace el etiquetado alimentario. De hecho, el proyecto europeo Smart Tags (Etiquetas Inteligentes) ya trabaja en nuevas soluciones para aumentar la confianza de los consumidores y la transparencia de la cadena de valor de los productos alimenticios. Smart Tags proporcionará a los consumidores y proveedores una conexión interactiva y permitirá la posibilidad de dar feedback, hacer preguntas y cocrear y desarrollar productos y servicios. Igualmente, la industria alimentaria podrá comprender mejor las necesidades de sus clientes y, por lo tanto, desarrollar sus productos y servicios adaptados a los que los consumidores solicitan. En España también hay proyectos ya en desarrollo apoyados desde la Unión Europea sobre etiquetado inteligente (Naturcode) que permiten poner las bases de un sistema de etiquetado más eficiente y completo cara a los consumidores.

Así las cosas, parece que, paso a paso, el etiquetado se está consolidando como uno de nuestros mejores aliados en materia de nutrición. Es una realidad que, con el paso del tiempo y la involucración de todos los eslabones de la cadena alimentaria, el consumidor cada vez tiene y tendrá más claro lo que se lleva a la boca. Como lo es el hecho de que la transparencia en materia de información y la voluntad en materia de formación son los factores claves para que el consumidor, de una vez por todas, saque el máximo partido de la información nutricional.