Hábitos de compra 2.0 3.0, 4.0…y lo que nos queda.

03/03/2017

Desde el inicio de los tiempos, el homo sapiens ha ido variando el modo de adquirir alimentos a medida que su tecnología avanzaba. Pasamos de recoger frutas y tubérculos y capturar pequeñas piezas de caza con nuestras propias manos, a cazar grandes animales gracias a la creación de lanzas, jabalinas, propulsores, hondas, trampas, arcos y flechas y demás utensilios unidos, y de ahí a pescar con redes, arpones, anzuelos.

Posteriormente nos asentamos en terrenos fijos, y cultivamos las plantas comestibles, seleccionando las mejores y ampliando las variedades, al mismo tiempo que desarrollamos la ganadería.

Pronto descubrimos que había alimentos que no se podían conservar mucho tiempo y se deterioraban si sobraban, y era más eficiente intercambiar los excedentes con otras poblaciones, a cambio de otros productos. Inventamos el comercio.

Durante milenios desarrollamos nuevas técnicas de agricultura, ganadería y pesca; de conservación de alimento y de intercambio de bienes. Hasta que apareció el dinero y ahí se acabó todo. Desde ese momento, la manera de adquirir alimentos por parte de la humanidad ha cambiado poco: acudimos al vendedor, elegimos el alimento, y lo pagamos.

Es indudable que todo lo demás si ha cambiado porque el avance tecnológico, la eficiencia, y la accesibilidad, así como los hábitos nutricionales, se han ido adaptando a una población cada vez más grande, diversa y exigente. Pero no el medio de adquisición. Los avances, realmente se han producido en la creación de alimentos, su procesamiento, elaboración, conservación y distribución, e incluso en el enriquecimiento y modificación genética.

Sin embargo en las últimas décadas, se ha venido fraguando una revolución que amenaza con sacudir los cimientos del milenario método de compra de alimentos. Y todo de la mano de un elemento inesperado: Las telecomunicaciones.

Y digo inesperado, porque si uno visiona películas y documentales de los años 80´ y 90´, sobre el futuro (nuestro presente), aparecen robots y humanoides por todos lados, incluso en tiendas y supermercados, haciendo las veces de dependientes y encargados. Pero nadie pensó en que en el año 2017 podríamos hacer la compra desde la palma de la mano, y un dron volador lo traería a la puerta de nuestra vivienda.

Pero no corramos tanto. ¿Cuándo empezamos a usar las tecnologías de telecomunicaciones para comprar alimentos?

 

Pues verán, si echamos la vista atrás, la mayoría de nosotros que no pertenecemos a la era digital, seguro que recuerdan haber usado o haber visto usar las telecomunicaciones para comprar comida. Allá por mediados de los 80´ no era extraño que se llamara por teléfono a la tienda de ultramarinos del barrio y se le encargara una serie de productos (no perecederos, normalmente). Y al final de la tarde, el encargado de la tienda, se los acercaba en una bolsa, y de paso, le recogía los “cascos” de cristal de las botellas de bebidas. Algo más adelante los preadolescentes quedaban para jugar a videojuegos en casa de algún afortunado al que le habían traído los Reyes Magos la última videoconsola, y su madre, llamaba por teléfono a una famosa pizzería, para que nos trajese la merienda.

Si avanzo más en este rápido cronograma, y llegamos a la época de la mayoría de edad, donde era frecuente organizar alguna fiesta en casa de algún amigo que se quedaba solo en casa un fin de semana, y llamar al restaurante oriental para pedir la cena y evitar cocinar y manchar más de lo que ya se había hecho.

Hasta aquí, la evolución no parecía una cosa que fuese a cambiar los hábitos, el teléfono fijo, y los anuncios en televisión de cadenas de comida a domicilio, o tiendas de barrio de confianza, de toda la vida, que nos hacían la compra bajo pedido, para tratar de competir con los nuevos supermercados, tampoco era algo que cambiase el modo tradicional de compra. Pero de repente ocurrió.

En las navidades del final del milenio, un inesperado regalo apareció en muchos hogares españoles. El teléfono móvil. Pasó de ser una excentricidad de Yupis de película de los 90´ s un popular y eficaz elemento de localización..

Funcionaba a pilas, con una pequeña pantalla en blanco y negro. Solo se podía llamar y mandar mensajes de texto. Era enorme, pesado, y con poca cobertura. Pero por algo se empieza. No había nada mucho mejor en ese momento.

De acuerdo, pero a día de hoy, ¿En qué ha cambiado la tecnología los hábitos de compra?

Bien, la respuesta es sencilla: En nada. O al menos, casi nada, hablando en términos simplistas y absolutos. Si bien es cierto que internet ha supuesto una revolución en el mundo del consumo y que el uso de la Red para el comercio está disparado y crece año tras año, en el ámbito de la alimentación no es así. Si echamos un vistazo al estudio y encuesta anual Sobre Hábitos de Consumo, realizado por MPAC, en este enlace, veremos que en total, tan solo un 2% de la población española utilizar internet (a través del tipo de terminal que sea), o aplicaciones específicas, para comprar sus alimentos.

Es cierto que según descendemos en las capas de edad, el porcentaje puede subir, pero sigue siendo ridículo en relación con el comercio electrónico de otro tipo de bienes como textil, electrónica o viajes.

Podríamos pensar en un problema de accesibilidad, pero no es del todo así. De ser esta la causa, afectaría a todo el comercio electrónico, y sin embargo, como hemos dicho, éste crece año a año, en todas las franjas de edad, y además, las posibilidades de conectividad en la actualidad son muy diversas, de modo que si se está interesado en ello, se puede encontrar el modo de acceder a la Red.

Otro problema, puede ser la complejidad. La mayor parte de aplicaciones y supermercados online, exigen un registro con datos personales, confirmación, y aceptación, sólo para visitar la tienda, si además queremos pagar, debemos vincular una cuenta corriente, o una tarjeta de crédito apta para e-comerce, o un medio de pago virtual como la plataforma Paypal. Esto, a personas de más de 45 años, le puede suponer una barrera, pero de nuevo, encontramos que no parece obstáculo si lo que se quiere comprar, es por ejemplo, un abrigo. Por tanto, tampoco parece una causa que genere un muro infranqueable.

El “verdadero muro”, es el carácter sensorial del producto a comprar. En general, el consumidor español quiere “experimentar con el producto” antes de llevárselo a casa. Lo quiere ver físicamente, en tres dimensiones, verificar que no tiene defectos, comprobar texturas, olores, y hasta sonidos (todos hemos tratado de elegir una buena sandía…) Y además quiere preguntar al dependiente, por la calidad y características del producto y pedirle consejo.

Y esto de momento no es posible.

O.K…¿Qué es posible hoy, entonces?

 Hoy es posible multitud de opciones que nos ofrece la tecnología. Unas, se perderán como lágrimas en la lluvia[1], como ocurrió con el minidisc, el láser disc, o los videos Beta. Otras quizá evolucionen y se adapten a nuestras necesidades para triunfar, y otras se integrarán para, en un futuro más lejano, con el desarrollo adecuado, creen una experiencia de compra completamente distinta a lo conocido, como ocurrió con el mundo de los smarphones ( que integran cámaras de alta resolución, pantallas full HD, telefonía, navegación, GPS, giroscopio, ofimática, almacenamiento, reproducción multi media, etc.. en un solo terminal). Veamos:

  • Supermercados On-line: poco que decir, es una tienda online como cualquier otra, pero en vez de seleccionar ropa o electrónica, seleccionamos productos alimentarios o bebidas. En ella se nos ofrece la información necesaria y una foto del
  • Compras al productor: Existen plataformas de algunos productores de alimentos, tanto frescos como elaborados, a los que se puede acudir para obtener productos concretos que quizá no encontramos en nuestro supermercado, o para conseguir precios más competitivos. El riesgo puede ser alto, si no nos aseguramos de que se han pasado los controles pertinentes y tiene los sellos de calidad necesarios.
  • Uso de aplicaciones específicas en elementos portables, como smartphones, phablets, tablets, y notebooks. Son aplicaciones de los propios supermercados que nos dan información sobre sus productos, nos avisan de la caducidad de los que compramos tiempo atrás, nos ayudan a hacer la lista de la compra en base a nuestras compras anteriores y hábitos, y permiten pedir la compra
  • Electrodomésticos inteligentes. Desde hace tiempo, existen frigoríficos que tienen funciones similares a las expuestas para las aplicaciones específicas.
  • Reparto del pedido por medio de Drones: Desde hace un tiempo, una plataforma de ventas internacional, muy famosa, ha añadido a su catálogo de bienes, productos alimenticios, gracias a su colaboración con empresas del sector. Esta misma empresa, está implementando un proyecto piloto, en el que se pretenden usar drones para realizar los Estos artefactos llevarían el pedido al domicilio del consumidor utilizando el espacio aéreo libre, y evitando así atascos y zonas peatonales o inaccesibles por nieve, hielo u otras condiciones. Resta por ver si es efectivo, y la normativa del espacio aéreo de los distintos países, lo permite. Por ejemplo, en el caso de España, ya existe una normativa específica sobre el uso de drones en espacios públicos, que regula específicamente este asunto. Todo ello sin tener en cuenta el problema que puede suponer esto, en caso de que se popularice y el “bajo espacio aéreo próximo al suelo”, tenga que compartirse con drones de diversas compañías, aves urbanas, aves migratorias, precipitaciones, y demás circunstancias.

Bueno, esto es lo que ya hay, no parece muy atractivo, ni muy revolucionario, pero el caso es que, lo ha sido para todo tipo de bienes y servicios, salvo para los alimentos. Como hemos visto el carácter sensorial de la compra de alimentos, sobre todo en personas de más de 35 años, genera rechazo y falta de confianza.

Ante esta perspectiva, ¿Que deriva tomará el comercio electrónico para tratar de atraer a los consumidores a la compra de alimentos on line.?

El sector de la venta de alimentos, y el de la informática y telecomunicaciones, no se desaniman, y siguen desarrollando nuevos entornos para revolucionar la experiencia de compra y que el milenario acto de ir al mercado a comprar comida, cambie. Las bases, están en nuestro cerebro. O más bien, en cómo conseguiremos engañarlo en un futuro realmente cercano.

Hace pocos años, menos de 5, comenzó a comercializarse un artículo que se venía fraguando desde casi los albores del cine. Una creación que en los años 90´se intentó comercializar por parte de una famosa empresa de videojuegos japonesa, pero que por su coste y su baja capacidad inmersiva, fue un fracaso. Hablo de las gafas de realidad virtual. Con un precio inicial prohibitivo en su momento, a día de hoy se pueden conseguir unas desechables por menos de 5€, y por unos 100€ podemos tener unas más que aceptables.

Actualmente la realidad virtual, es tan increíblemente inmersiva y engaña a nuestro cerebro de tal manera, que hasta los más escépticos, cuando la prueban, sienten actos reflejos, inercias y sensaciones que realmente no se están produciendo. Tan es así que a día de hoy se usan con éxito incontestable en infinidad de campos, como ingeniería, diseño, terapias de choque, cuidados paliativos, unidad del dolor de algunos hospitales, etc.

A la vista de ello, hay varios proyectos en marcha que verán la luz en breve, y que utilizarán esta tecnología para que el consumidor pueda hacer una visita virtual al supermercado, interactuar, recorrer los pasillos y lineales, realizar la compra y pedir que se la traigan a casa. Y todo sin haber pisado realmente el supermercado. De este modo, el consumidor vivirá la experiencia de compra real, tanto visual como sonora.

¿Qué problema suscita esto?. Pues el obvio, que realmente no es más que una especie de “Videojuego”, en el que realizas la compra, ya que como es obvio, los productos que ves, son virtuales, y aunque los cojas en tu mano, no existen, no son los mismos que los que hay ese día a esa hora en el supermercado.

Son una muestra creada virtualmente para que te hagas una idea de lo que estás eligiendo para tu carrito virtual de la compra. No estás yendo realmente al supermercado, sino a “un supermercado virtual” creado artificialmente. Un escenario.

No obstante, los desarrolladores del proyecto (que son españoles, por cierto) , están convencidos de que esto acercará a muchos consumidores a la compra online de alimentos, y además no es más que el “primer paso” para una auténtica compra digital real.

Y … ¿Ya está?

No!…hay un par de cosas que suponen un presente de ciencia ficción, y un futuro interesante.

Realidad aumentada e Impresión 3d.

La realidad aumentada viene de la mano de un dispositivo similar a unas gafas “de ver”, que nos facilita información adicional de aquello que nos interesa. Llevan años entre nosotros, pero no han tenido aún mucho éxito, quizá necesitan coordinarse con algún otro avance, para ofrecer todo su potencial. Y lo tiene.

Pensemos en el etiquetado.

Como vemos en la encuesta realizada por la MPAC, uno de los problemas del etiquetado es la calidad de sus expresiones y el tamaño de la información. En esto, las gafas de realidad aumentada, podrían jugar un interesante papel.

Etiquetar un producto con un simple código, y al enfocarlo con nuestras gafas, tener al instante toda la información que nos interese o que seleccionemos, y en un tamaño de letra apropiado. Además de poder acceder a nuestro archivo y ver si aún tenemos suficiente cantidad e producto en nuestra nevera y no nos interesa comprarlo, o por el contrario, la oferta es rentable y podemos almacenarlo por una lejana fecha de caducidad. Además de ver opiniones de otros consumidores sobre ese producto, y si en otro lugar es más barato.

Implementar este sistema cambiaría el modo de compra tradicional por completo. Pero eso parece que está más lejos, que otras cosas más increíbles. El motivo, puede ser el coste, la falta de investigación o inversión en ese campo, o que no le haya resultado atractivo al consumidor aún.

Respecto de la impresión 3D, cabe decir que no solo es una realidad como tal, y va a revolucionar a medio plazo la compra de bienes en general, sino que a día de hoy, ya hay disponible una impresora 3D de alimentos.

Tranquilos, no podemos imprimir una manzana o un solomillo. El artefacto en sí, se utiliza en algunos restaurantes para platos de diseño, y es básicamente un robot de cocina en el que introducimos los ingredientes y nos imprime la mezcla con la forma en tres dimensiones que hayamos diseñado en el ordenador.

¿Cómo revolucionará esto la compra de alimentos?

El ejemplo más claro es Foodini, la impresora española de pizzas. La idea es usar cinco capsulas o contenedores de alimentos, que mediante su superposición en capas, generen atractivos platos. El espesor mínimo de dichas capas es de 1,5mm.

Los alimentos por supuesto, deben de poderse triturar: Masas, purés de patatas o de verduras, carne picada, etc…. eso forma parte de la imaginación de cada cual.

Estamos en el inicio de algo que puede ir creciendo, de un modo que probablemente no esperemos, pero que cada vez nos liga más a la tecnología.

Naturalmente estamos muy lejos de poder imprimir productos frescos como vegetales, carnes y pescados, pero no por eso lo debemos dejar de lado.

Recordemos que en otros ámbitos también hay impresoras 3d capaces de imprimir elementos orgánicos como piel humana para unidades de quemado o cirugía reconstructiva. Invento éste, que también ha sido creado por científicos patrios en la Universidad Carlos III.

Más complejo es reproducir tactos y olores, aunque, sin meterme en profundidad, hay que decir que también existen ya guantes con sensores que tratan de crear la sensación táctil de agarrar objetos e “impresoras de olores”, cuyo funcionamiento es similar a las de comida: se le añaden esencias básicas, y ella hace la mezcla para conseguir la fragancia diseñada en el ordenador, o adquirido en la tienda online. Otras “expendedoras de olores” como la famosa ScentScape están vinculadas al mundo de los videojuegos, y su función es realizar las mezclas de fragancias que ambienten al jugador para hacer su experiencia de juego más inmersiva, de modo que si está protagonizando una escena virtual de batalla, pueda oler, el metal, el fuego e incluso la sangre.

El futuro que viene.

Como vemos en este alucinante recorrido desde la caza de Bisontes hasta la impresión de pizzas, actualmente hay una serie de tecnologías en vías de desarrollo vinculadas a internet y a la adquisición de alimentos sin acudir al mercado, que poco a poco irán confluyendo en los que se llamara REALIDAD MIXTA, término que empezaremos a oír insistentemente a partir de 2018.

¿En qué consistirá?…Pues en una mezcla de varios elementos anteriormente mencionados, o quizá de todos, pero con un grado más de desarrollo. Esto no quiere decir que en 2019 vivamos en una película de ciencia ficción, pero sí quizá en 2025.

En la realidad mixta, conectaremos nuestros dispositivos a internet 5g ( si no lo están a por defecto) nos pondremos nuestras gafas de realidad virtual aumentada, y accederemos a l aplicación de nuestro supermercado de confianza a tiempo real. Oiremos, veremos, oleremos, el entrono que estamos visitando desde el sofá de casa, y nos dispondremos a hacer la compra de productos reales a tiempo real, para lo que necesitamos un “avatar” que haga las veces de nuestro “yo” desdoblado. Un Dron asumirá ese papel. A través de él, recorreremos, repito, en tiempo real los pasillos y lineales, elegiremos los productos, y él se encargará cogerlos y añadirlos a nuestro contenedor. La realidad aumentada, nos permitirá consultar todo tipo de información de los productos, e incluso intercambiarla con otros usuarios. Una vez finalizada la compra, pagaremos a través de nuestra plataforma de confianza (quien sabe si en euros o Bitcoins), y nuestro dron, se aparcará a la espera de que otro usuario requiera sus servicios. En unos minutos, el contenedor estará en la puerta de casa. Un camión autónomo de reparto con rutas programadas, nos enviará automáticamente un mensaje para que recojamos la compra, que podremos leer en la televisión mientras visualizamos alguna de los contenidos ofrecidos por alguna de las diversas plataformas digitales de ocio.

 Parece una película de ciencia ficción, pero solo aúna los elementos mencionados, que suponen una mínima parte de los avances que ya hay en funcionamiento y que también podrían llegar a integrarse para cambiar definitivamente nuestros hábitos de compra.

Predecir la evolución de la tecnología aplicada a un campo concreto es complejo porque está sujeto a vaivenes económicos, sociales y culturales, y puede que el futuro vaya por caminos que no sospechamos hoy día, pero con los elementos de que disponemos ahora, y la evolución de los mismos, lo relatado en esas líneas de más arriba, parece estar casi a la vuelta de la esquina.

Lo que está claro es que con esta perspectiva en mente, debemos ir sacando el abono para el gimnasio, o tendremos un serio problema de sedentarismo.

Pero eso, amigos, es otro tema.

 


[1] Frase extraida de la película Blade Runner