La percepción del riesgo en la alimentación

02/06/2017

«Durante los últimos años los consumidores han dejado patente su creciente carácter de exigencia frente a las Administraciones y las empresas, y con cierta particularidad en todo lo concerniente a la salud y la alimentación».

Las entidades que conformamos la Mesa de Participación de Asociaciones de Consumidores (MPAC) somos conscientes de esta realidad, al igual que somos conscientes de la necesidad de seguir respondiendo a las exigencias de los consumidores, y como dicen varias encuestas nacionales y europeas sobre percepción del riesgo, los consumidores dan mucha credibilidad a la información que reciben de las organizaciones de consumidores, con lo cual no solo podemos sino que debemos seguir formando e informando a los consumidores bajo una estricta independencia, rigor y ética en nuestras consideraciones.

Y como en los últimos meses se ha vuelto a reabrir el debate sobre determinados ingredientes, véase el aceite de palma y otros componentes alimentarios y la repercusión de los mismos en términos de inseguridad, riesgo,…etc, consideramos necesario aclarar ciertos aspectos.

En primer lugar diferenciar entre peligro y riesgo:

PELIGRO: “Capacidad inherente de un agente químico, físico o biológico de producir un efecto adverso sobre el ser humano, el medio ambiente,…etc., bajo unas determinadas condiciones de exposición».

RIESGO: ”Probabilidad de ocurrencia de un efecto adverso, es decir probabilidad de que llegue ese Peligro».

Y por último estaría la PERCEPCIÓN de ese RIESGO, la cual dependerá de varios factores personales (edad, formación,…etc.), y de otros factores externos (medios de comunicación, líderes de opinión, normas, credibilidad de las instituciones…etc.) .

Y aunque el párrafo anterior parezca que complica todo un poco, sin embargo creemos que expresa claramente la situación actual, no sólo en relación con los ingredientes hoy cuestionados, sino con la mayoría de argumentaciones sobre seguridad o inseguridad alimentaria que aparecen en nuestro entorno cada cierto tiempo.

Por un lado ratificar, tal y como ya decía Paracelso (Médico, Alquimista Suizo), que el problema no es el componente sino la dosis, aunque este médico hablaba de veneno, pero es extrapolable a la mayoría de componentes/ingredientes en alimentación (quizás inclusive a cualquier cosa que nos encontramos en esta vida…..incluyendo el dinero, el poder, el amor, el odio,…etc), y si no pensar en un ingrediente del que te puedas comer un kilo de una vez y no sea dañino para el organismo, aunque es verdad que unos sean peores que otros, sobre todo desde el punto de vista nutricional, pero al final lo importante es trasladar una información correcta sobre la dosis imprescindible, mínima/máxima o necesaria de cada ingrediente o componente que forman parte de los miles de productos alimenticios a los que tenemos acceso los consumidores cada día.

No demonicemos nada, simplemente sigamos las indicaciones que nos puedan llegar desde aquellas instituciones u organismos que nos den credibilidad y garantías.

Por supuesto que nosotros siempre defenderemos los productos naturales y frescos, pero también deberíamos preocuparnos por el uso de fitosanitarios en los mismos, los residuos que se mantienen en el producto, el origen de los mismos, el control de entrada de esos productos, el respeto a la cadena de frio cuando el producto la necesite, las implicaciones medioambientales de producir una cosa y otra,…en fin que no podemos quedarnos sólo en fresco o procesado, en local o importado ,…etc., sino en profundizar en analizar y verificar los procesos anteriormente mencionados.

Y este es quizás uno de los objetivos principales de esta Mesa de Participación de Asociaciones de Consumidores (MPAC), el analizar, debatir, profundizar,…, sobre aspectos esenciales de la cadena alimentaria que nos permitan tener la capacidad de formar e informar a los consumidores de la manera más transparente y ecuánime que podamos para ayudarles en hábitos de compra y consumo más racionales y responsables.

El gasto en alimentación en España supone un coste directo de 100.000 millones de € aproximadamente y esto significa que hay muchos intereses económicos que no deben cegarnos sobre nuestra razón de ser, y por el contrario debe centrarnos en la importancia no sólo económica (sin duda es mucho dinero) sino sobre todo por las connotaciones directas que tiene con la salud de casi 50 millones de personas que habitualmente residen en España y frente a los millones de turistas que nos visitan, en muchos casos atraídos por los alimentos y platos de nuestro país. Y si todos los eslabones (incluida la Administración) tiene clara esa igualdad de buena alimentación=buena salud, será más fácil el trabajo en conjunto que permita modular esos conceptos de peligro, riesgo y percepción del riesgo.

Pero si realmente nos encontrásemos mañana o el año que viene frente a un riesgo cierto, un peligro real, en esos momentos será cuando nos demos cuenta que España (AECOSAN) y la Unión Europea (EFSA) tiene establecidos unos protocolos de respuesta rápida frente a esos riesgos y peligros que nos permitirían actuar de manera ágil para delimitar los mismos, minimizando los daños a la población.

Los accidentes ocurren, pero el trabajo realizado en los últimos años en materia de seguridad alimentaria no sólo ha minimizado los riesgos sino que ha limitado el daño real, y si visualizamos por ejemplo lo ocurrido hace unos días en el caso del salmón envasado podemos concluir que la respuesta de los protocolos fue muy rápida, limitando el riesgo y el daño, de hecho el número de personas afectadas y el daño sufrido ha sido leve.

Por lo tanto, debemos ser cautos a la hora de hablar de alimentación, debemos ser exigentes a la hora de los controles que nos permitan vivir cada día más tranquilos, pero sin duda todos debemos ser consecuentes y responsables a la hora de llevar a cabo nuestra labor (consumidores, políticos, empresarios, funcionarios, periodistas, científicos,…), para evitar que existan alarmas injustificadas u opacidad en el tratamiento de la información real.

Es evidente que los procesos de producción y los productos se pueden y deben mejorar, pero con cordura, con base científica y al ritmo adecuado, no de forma precipitada por el empuje del momento, reiteramos la necesidad de recursos para buscar la máxima agilidad posible en la búsqueda de base científica continua y su traslación lo más rápidamente posible a la legislación alimentaria.

Sin duda todos los componentes de esta Mesa de participación somos unos fervientes defensores de los productos naturales, frescos y que permitan una dieta equilibrada desde el punto de vista nutricional, pero sobre todo somos defensores de canalizar una formación e información suficiente entre los consumidores que les permita tener unos conocimientos que asienten unas tomas de decisiones más racionales y responsables, en cualquier momento de la vida, pero sobre todo en lo concerniente a su salud…y la alimentación es sinónimo de salud.