Nuevas tendencias y nuevos alimentos: ¿De qué hablamos y cuáles son sus beneficios?
La industria de los alimentos es, sin duda, una de las más dinámicas del mundo. Está en constante evolución, obligada, hasta cierto punto, por la propia sociedad a la que abastece. De ahí que las nuevas tendencias en alimentación y los nuevos productos alimenticios se sucedan a veces a velocidad vertiginosa. En los últimos tiempos, por ejemplo, nos encontramos con un gran auge de los denominados ‘nuevos alimentos’, término que engloba muy diversas variables.
Estos nuevos productos pueden ser alimentos a base de plantas (plant-based, en inglés), es decir, elaborados con materias primas vegetales que, en la mayoría de los casos, imitan a otros hechos de origen animal, como las hamburguesas vegetales, la leche de almendras o los yogures veganos (sin leche de vaca). Otra clasificación es la de los alimentos funcionales a través de los cuales los consumidores obtienen algún beneficio añadido para su salud, como los probióticos o los enriquecidos artificialmente con vitaminas y minerales. Y una tercera, más ambigua y amplia, que engloba a todos aquellos alimentos nacidos de la tecnología, como la carne cultivada en laboratorio o la impresión de alimentos en 3D.
En algunos foros también se consideran nuevos alimentos aquellos que se producen de manera sostenible, ya sean orgánicos o de comercio justo; los provenientes de otras culturas o regiones del mundo y cada vez más accesibles gracias a la globalización; o los nuevos snacks saludables, como los chips de algas o los bocadillos de proteínas.
Los beneficios… potenciales
Aunque hay quien opina que es demasiado pronto para saber si estos alimentos ofrecen beneficios reales para el consumidor, es cierto que, en general, se les suele atribuir beneficios potenciales en materia de salud, sostenibilidad, diversidad alimentaria, alimentación consciente, innovación culinaria, accesibilidad, reducción de alérgenos, seguridad alimentaria y etiquetado transparente.
De hecho, la salud es la ‘excusa’ más habitual para el desarrollo de estos productos. Alimentos bajos en calorías, en grasas saturadas, en azúcar o, por el contrario, ricos en nutrientes, son un reclamo muy exitoso en la sociedad actual, tan preocupada por la dieta y los hábitos saludables. En la misma línea funcionan los desarrollados para ser hipoalergénicos o los que pueden considerarse alternativas a ingredientes alergénicos. Asimismo, los alimentos producidos de manera sostenible y las prácticas agrícolas responsables van ganando adeptos día a día. Al igual que aquellos que se comercializan con parámetros más éticos.
Además de estar mayoritariamente enfocados hacia sus potenciales beneficios, los nuevos alimentos, en teoría, también surgen o han surgido para cubrir un nicho de variedad para los paladares más inquietos. Lo hacen a través de la innovación y la creatividad culinaria, que están en auge y, además, en un proceso de democratización de este tipo de alimentos, que tal vez antes solo estaban disponibles para un segmento poblacional más pequeño y ahora resultan mucho más accesibles.
Carne de laboratorio, ya a la venta
En este contexto de innovación, nuevas tendencias, mayor preocupación por parte de los consumidores por su salud y por una alimentación más sana, variada y adaptada a los nuevos usos y costumbres, la industria sigue avanzando y buscando respuestas y soluciones. Tanto que en junio de 2023 Estados Unidos aprobó la venta de carne cultivada en laboratorio. Una decisión controvertida, pero clave para el desarrollo de una industria a la que se le presume un enorme potencial. A partir ahora, productos como la carne de pollo elaborada desde células animales reales cultivadas en biorreactores podrán encontrarse en establecimientos de alimentación y locales hosteleros del país. La disrupción es tal que hasta el mismísimo chef José Andrés ya ha declarado que ofrecerá este tipo de productos en su restaurante de Washington.
Cabe explicar que la carne cultivada se diferencia de los productos plant-based en que la primera sí contiene células animales, extraídas de una especie viva. Esas células se utilizan para cultivar otras nuevas que, más tarde, nutridas y tratadas en un biorreactor, crecen y pueden utilizarse en productos cárnicos cultivados. El proceso tiene por ahora un coste elevado, lo que implica que el producto resultante también lo tendrá. Tampoco está claro de momento el beneficio para el medioambiente que supondrá industrializar este proceso. De acuerdo con un estudio del Departamento de Ciencia y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de California, la producción masiva de carne de laboratorio podría liberar entre cuatro y 25 veces más emisiones que la industria mundial de la carne vacuna.
A pesar de todo esto, Estados Unidos, Singapur e Israel se posicionan como las potencias de la carne cultivada y empresas del sector han conseguido grandes cantidades de capital inversor en los últimos años con la esperanza de rentabilizar este negocio. Sin ir más lejos, la consultora McKinsey prevé que el tamaño del mercado de la carne cultivada alcanzará los 25.000 millones de dólares en 2030.
Para el Consejo Europeo de Información sobre la Alimentación (EUFIC) es demasiado pronto para saber si la carne cultivada en laboratorio se podrá etiquetar como carne en la UE. Este organismo afirma que los estudios actuales indican que “la población sigue siendo bastante reacia a aceptar la carne cultivada, aunque la aceptación puede aumentar por la forma en que se presenta la información sobre el producto”. Se trata de estudios restringidos, ya que “muy pocos consumidores han tenido la oportunidad de probarla”. También es difícil saber si el valor nutricional de estos nuevos productos será el mismo.
Por eso, EUFIC concluye que aún quedan muchas preguntas por responder sobre la carne cultivada en laboratorio, pero la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha anunciado “un mayor enfoque en los alimentos derivados de cultivos de células, lo que puede suponer un paso adelante para preparar el camino y así poder encontrar estos productos en las estanterías de los supermercados europeos”.
El tiempo lo dirá.