Alimentación vs cáncer
La relación entre la alimentación y la prevención del cáncer es significativa y multifacética. Hay algunas razones por las cuales la alimentación juega un papel crucial en la reducción del riesgo de cáncer. En general, adoptar hábitos alimentarios saludables como parte de un estilo de vida equilibrado es clave para la prevención del cáncer. Además, es importante recordar que la prevención del cáncer implica no solo la alimentación, sino también otros factores como la actividad física, evitar el tabaco y moderar el consumo de alcohol.
En lo que alimentación se refiere, sabemos algunas cosas:
- Sabemos que muchos alimentos, especialmente frutas y verduras, están llenos de antioxidantes y fitoquímicos que ayudan a combatir el estrés oxidativo en el cuerpo. Este estrés oxidativo puede contribuir al desarrollo de cáncer, y los antioxidantes, por tanto, ayudan a neutralizarlo.
- También hay evidencias de que una dieta rica en fibra proveniente de granos enteros, frutas y verduras puede mejorar la salud digestiva. La fibra ayuda a prevenir el estreñimiento y puede reducir el riesgo de cáncer colorrectal al mantener el sistema digestivo saludable.
- Y no sólo eso. También sabemos que algunos alimentos, como los ácidos grasos omega-3 presentes en pescados grasos, nueces y semillas de chía, por ejemplo, pueden ayudar a reducir la inflamación en el cuerpo. La inflamación crónica puede contribuir al desarrollo de cáncer.
- Y que el consumo excesivo de alcohol está asociado con un mayor riesgo de varios tipos de cáncer. Limitar la cantidad de alcohol, especialmente de alta graduación, consumida es una medida importante de prevención.
Por otro lado, también sabemos que mantenerse en un estado de forma física saludable, ayuda a prevenir enfermedades, y en caso de padecer alguna, ayuda a luchar contra ella y a una mejor recuperación. En el caso del Cáncer ocurre lo mismo, mantener un peso saludable a través de una dieta equilibrada y ejercicio regular está vinculado a un menor riesgo de varios tipos de cáncer.
Una dieta variada y equilibrada proporciona una amplia gama de nutrientes esenciales que son necesarios para mantener el funcionamiento adecuado del cuerpo y fortalecer el sistema inmunológico. Como hemos comentado este tipo de prácticas no sólo son adecuadas para la prevención del cáncer, sino de otras muchas enfermedades y dolencias. Y es que, a día de hoy, no se puede negar, que unos hábitos saludables equivalen a una mejor salud, y una mayor capacidad de lucha de nuestro organismo contra dolencias que puedan aparecer.
No podemos vivir de espaldas a la ciencia y las evidencias, pensado que alimentarse de manera saludable y hacer ejercicio regularmente no es más que una moda o una imposición social. Tampoco es bueno, llevarlo al otro extremo y exceder los límites naturales de nuestro organismo forzándolo a realizar ejercicio físico con excesivas intensidades y frecuencias, y con volúmenes imposibles o dietas extremas, porque eso puede suponer igualmente la aparición de lesiones y dolencias. Una buena formación, sentido común, y en caso de duda, el consejo de un profesional, serán el mejor camino.
Respecto a personas que están atravesando la enfermedad de cáncer, y están sometidas a tratamiento, una correcta alimentación es crucial para contribuir a la lucha contra ella. En la lucha contra el cáncer, la alimentación desempeña un papel crucial tanto en la prevención como en el apoyo al tratamiento.
Una dieta rica en frutas y verduras es muy importante, ya que estos alimentos están cargados de antioxidantes, vitaminas y minerales que pueden ayudar a combatir el estrés oxidativo y fortalecer el sistema inmunológico, así como optar por granos enteros y alimentos ricos en fibra puede mejorar la salud digestiva y reducir el riesgo de cáncer colorrectal.
Incluir proteínas magras, como pescado, pollo, legumbres y productos lácteos bajos en grasa, puede ser beneficioso para mantener la fuerza y la energía durante el tratamiento, así como, incluir pescados grasos, nueces y semillas de chía son fuentes de ácidos grasos omega-3, que tienen propiedades antiinflamatorias y pueden ayudar en la gestión de la inflamación asociada con el cáncer.
Pero también es importante reducir el consumo de grasas saturadas y alimentos procesados, ya que puede contribuir a mantener un peso saludable y reducir la carga sobre el sistema inmunológico. Al igual que mantenerse bien hidratado , que también es esencial, especialmente durante el tratamiento. El agua es crucial para el funcionamiento adecuado del cuerpo y puede ayudar a mitigar algunos efectos secundarios del tratamiento.
En lugar de comidas grandes, considerar comer pequeñas cantidades de alimentos nutritivos a lo largo del día. Esto puede ayudar a mantener la energía y reducir los síntomas asociados con el tratamiento.
Para adaptar la dieta a las necesidades específicas de cada persona, es fundamental contar con la orientación de un nutricionista. Es importante recordar que cada persona y cada tipo de cáncer pueden tener necesidades dietéticas diferentes. Antes de realizar cambios significativos en la dieta, es fundamental consultar con el equipo médico y nutricional que está tratando a la persona afectada por el cáncer.
Con estos pequeños ejemplos, podemos ver como una alimentación adaptada al enfermo que atraviesa un trance tan complejo como es, en general, un cáncer, es muy beneficiosa. En muchas ocasiones no somos conscientes de lo importante que es todo aquello que llevamos a la mesa, y la influencia que puede tener en nuestra salud. Pocas veces pensamos también el impacto social de nuestros actos de consumo y lo que se podría ahorrar en tratamientos de enfermedades derivadas de los malos hábitos, y como ese ahorro podría invertirse en la investigación contra enfermedades realmente duras y difíciles de tratar como es el propio cáncer. Y vemos que, a pesar de ser una enfermedad dura, compleja, con tratamientos de gran desgaste para el paciente, la nutrición puede aportarnos un extra que, en estas situaciones, siempre ayuda.