‘Fake news’: ¿Por qué se generan? ¿Qué podemos hacer?
Creer que todo lo que llega a nuestras manos, todo lo que leemos y escuchamos y todo lo que se publica en las redes sociales es fiable, es como pensar que estamos capacitados para volar sin ayuda técnica. El bombardeo de información es más que notorio, una información que tenemos que ser capaces de discriminar para evitar las denominadas fake news, tarea nada fácil.
Según la RAE, ‘fake news, noticias falsas o desinformar’ es dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines, así como difundir información insuficiente u omitirla. Un asunto para nada baladí y que, desgraciadamente, no deja de crecer, tal y como refleja el hecho de que en 2017, según los editores de los diccionarios de Oxford, el uso de la expresión fake news aumentara en un 365%, lo que supuso que fuera elegida palabra del año.
A pesar de este logro, lo cierto es que en lo que a fake news se refiere, todos hemos de estar alerta, pues en definitiva se trata de una afirmación fabricada y difundida con la intención de conseguir un fin determinado. Una práctica con la que, en definitiva, se pretende vestir de verdad una mentira o, en el mejor de los casos, hacer pasar una mera opinión por un hecho objetivo y, todo ello, con una intencionalidad clara y directa.
La noticia falsa tras los ‘súper alimentos’
Aunque parece ya una práctica común y desgraciadamente asentada en prácticamente todas las áreas de actividad, lo cierto es que hay sectores, como el de la alimentación, altamente vulnerables a este fenómeno. El interés del ciudadano por la nutrición y la salud, unido a la avalancha de información a la que tenemos acceso gracias a internet y a las redes sociales, hacen que las fake news se repliquen miles de veces en cuestión de segundos. Y las relativas a estos temas llegan a representar casi la mitad de los bulos que han circulado por este canal el año pasado. La mayoría suele referirse a los llamados súper alimentos que, sin embargo, son una creación publicitaria para facilitar sus ventas, puesto que, en gran parte de los casos, no hay base científica para otorgarles propiedades tan beneficiosas e incluso milagrosas para la salud.
Aun sabiendo esto, la mitad de la población utiliza las redes para informarse sobre alimentación, sin filtros, sin ser conscientes de que más del 30% son falsas. Hace casi un año hablábamos ya en estas páginas de los bulos y falsos mitos en alimentación. Y el catálogo es amplio: desde que el alcohol es digestivo hasta que los alimentos congelados son menos nutritivos, pasando porque el laurel cura la diabetes o el vinagre de manzana ayuda a adelgazar. Y parece que la tendencia sigue al alza. Pero, ¿qué hay detrás de todo esto? Sin duda, mucho trabajo de marketing y una clara intención de manipular, dirigir y distorsionar la realidad para vender más a través de una práctica lamentablemente cada vez más extendida, la de lograr que una mentira, cuando se cuenta muchas veces, se convierta en realidad.
Según la Encuesta de Hábitos de Consumo de 2023, la mitad de los consumidores asegura haberse visto influido por la información de las redes sociales en sus hábitos de compra, un 29% para comprar debido a referencias positivas y un 22% para dejar de comprar, precisamente, por lo contrario. Y este resultado deja en evidencia que tenemos mucho camino por recorrer. Debemos trabajar para que los consumidores tomen sus propias decisiones basadas en evidencias científicas y sepan discriminar las informaciones que les llegan por los diferentes medios. Porque estas noticias falsas sobre alimentación son las que más dudas generan.
Queda mucho trabajo por delante y sobre todo desde el punto de vista de la formación. Sería conveniente otorgar al consumidor las herramientas necesarias para leer de manera crítica las informaciones, interpretar correctamente las estadísticas; corroborar si los experimentos están bien realizados y si las conclusiones son válidas.
Lo importante es elegir una fuente fiable desde la que nos podamos informar adecuadamente sobre cuestiones científicas. Y, aun así, nunca debemos confiar ciegamente en lo que leemos en internet. Bastaría con contrastar determinadas informaciones para saber dónde está el error o el engaño. Hace falta desarrollar un pensamiento y una lectura crítica que nos ayude a discernir informaciones útiles de aquellas engañosas que no aportan sino inexactitudes camufladas en otras medias verdades. No todo vale. Y más en un sector tan vulnerable que repercute directamente en nuestra salud.